Placa conmemorativa fijada en la casa ubicada en la carrera 7 No. 3-63 de Zipaquirá - Cund. |
El
pasado 9 de abril, se celebró un año más
del natalicio del Precursor de la Independencia Don Antonio Nariño, conocer la
vida y obra de Nariño es fundamental para comprender los orígenes de la actual
Nación colombiana, así como el concepto de identidad nacional, valor que
desarrolló y promovió el Precursor a lo largo de su vida pública, tal y como lo
demuestra el Historiador cundinamarqués y actual Presidente del Colegio Máximo de
las Academias de Colombia Doctor David Rubio Rodríguez, en su libro titulado “Antonio
Nariño y la Simbología Independentista”, publicado en el año 2013 con ocasión
del Bicentenario de la Independencia de Cundinamarca.
Si
bien en el presente mes como lo anunciamos se celebra el natalicio del
Precursor de la Independencia, quien vino al mundo en 1765, consideramos
oportuno en esta ocasión hacer mención de uno de los aspectos relacionados
entre el municipio de Zipaquirá y Antonio Nariño luego de su muerte, como lo
fue la presencia de sus cenizas por espacio de varios años en tierra
zipaquireña, tema muchas veces consultado por la ciudadanía y turistas, debido
a la placa conmemorativa fijada en la entrada principal de la casa ubicada en el
costado sur – occidental de la plaza principal (carrera 7 No. 3-63), conocida
hoy como “Casa de Los Virreyes”.
Casa en la cual residió en Zipaquirá, a mediados del siglo XIX, la familia Ibáñez Nariño, descendientes del Precursor de la Independencia y a donde trasladaron desde Villa de Leyva sus restos. |
Placa ubicada en la iglesia de Nuestra Señora del Rosario en Villa de Leyva, que recuerda el lugar en donde fue sepultado Antonio Nariño, luego de su fallecimiento el 13 de diciembre de 1823. |
Eduardo Ruíz Martínez, fue un Abogado Rosarista quien al lado de su labor como docente y hombre público, dedicó parte de su vida al estudio e investigación de la figura de Don Antonio Nariño; uno de los libros más reconocidos de Ruíz Martínez es el titulado: “La Librería de Nariño y los Derechos del Hombre”, obra publicada por la editorial “Planeta” en el año 1990 y a través de la cual se presenta un profundo e interesante estudio sobre la biblioteca que le fuera embargada a Nariño, con ocasión del proceso que se le siguió por la traducción e impresión de los derechos del hombre y del ciudadano; en una de las notas del libro del Doctor Ruíz Martínez, se hace alusión a los hechos acaecidos posterior a la muerte de Nariño en 1823, cita que nos permitimos trascribir a continuación y que contiene la información histórica sobre la presencia de las cenizas de Antonio Nariño en Zipaquirá:
“Nariño
fallece el 13 de diciembre de 1823 en Villa de Leyva. Se le sepulta en el
presbiterio de la iglesia parroquial, a cargo de los dominicos. Días más tarde,
los restos son trasladados al lado izquierdo del altar mayor y, posteriormente,
al cuerpo de la iglesia, cerca de la entrada de la torre. El 13 de febrero de
1824, la familia del prócer pretende hacerle solemnes funerales en la Catedral
de Bogotá, pero no puede llevarlos a cabo porque la vileza de los amigos del
gobierno del general Francisco de Paula Santander impide que el orador sagrado,
Francisco Javier Guerra, amenazado gravemente, haga el elogio póstumo. En 1846
se abre, sin éxito, una suscripción nacional popular para llevar los restos del
precursor a Bogotá, levantarle un monumento y publicar sus escritos. En 1857 sus nietos, el general Wenceslao Ibáñez
Nariño y su hermano Ramón, hijos de Mercedes, la mayor de las hijas del
Precursor, exhuman los restos y los llevan a la casa familiar en Zipaquirá.
En 1873 los Ibáñez Nariño los conducen de nuevo a la capital, pero en 1885,
cuando Wenceslao viaja a Jamaica los lleva consigo, con tan mala fortuna que de
paso por Colón, en Panamá, la urna es robada por un español que cree que
contiene oro. Después de varias peripecias, es recuperada para que vuelva a
peligrar días más tarde en el incendio de la ciudad, del cual la salva su
bisnieto, Edmundo Ibáñez. De regreso a Bogotá, los restos son trasladados a la
Serrezuela por sus familiares. Finalmente en 1907, ochenta años después de su
muerte, son depositados en la Capilla de los Dolores en la Catedral de Bogotá,
en donde se le erige un monumento el 19 de julio de 1913. El elogio fúnebre es
pronunciado por uno de sus más distinguidos descendientes: Monseñor Rafael
María Carrasquilla Ortega”. (Ruíz Martínez, Eduardo. La Librería de Nariño y
los Derechos del Hombre, Editorial Planeta, Bogotá, 1990, pp. 93 – 94).
Portada del libro de Eduardo Ruíz Martínez |
Así
las cosas, los restos de Don Antonio Nariño, el colombiano de todos los tiempos,
descansaron en la ciudad de Zipaquirá por espacio de varios años, en donde su
nieto el General Wenceslao Ibáñez Nariño, fijó por una temporada su residencia
y la de su familia. El General Ibáñez, desempeñó entre otros cargos, el de Administrador
de la salinas para el año 1883 a 1884 y Gobernador del Estado Soberano de Cundinamarca
entre 1880 y 1881.