106 años del natalicio de Manuel José Cárdenas Rojas
"Sueño y Realidad de Zipaquirá"
"Del Hontanar Zipaquireño"
El
17 de marzo de 1909, nace en Zipaquirá el Doctor Manuel José Cárdenas Rojas, un
zipaquireño integral, desde su elección como Personero Municipal y Concejal de
Zipaquirá en los años treinta del siglo XX, se convirtió en uno de los más destacados hijos de la
tierra de la sal. A lo largo de su desempeño en la vida pública, siempre tuvo
presente un fin primordial, luchar por los derechos y desarrollo de su tierra
natal, labor que ejecutó desde las tres ramas del poder público en donde
ejerció destacados cargos, fue como ya lo mencionamos: Concejal de Zipaquirá,
Diputado a la Asamblea de Cundinamarca, Representante a la Cámara, curul desde
la cual fue elegido Presidente de dicha Corporación, Secretario de Educación,
Director de Estadística de Cundinamarca, Magistrado y Presidente del Tribunal
Superior de Aduanas, entre otros.
A
la par con su lucha pública en defensa de los derechos de Zipaquirá y
Cundinamarca, la cultura fue otra de las pasiones de Manuel José Cárdenas
Rojas, sector desde el cual igualmente trabajo por el bienestar de su ciudad y
departamento, en los años treinta revivió el Centro de Historia de Zipaquirá,
entidad que posteriormente transformó en la actual Academia de Historia de
Cundinamarca, fue cofundador de la Casa de la Cultura “Arturo Wagner” y de la
Fundación Nacional Zipaquirá “FUNZIPA”.
Como
homenaje a nuestro fundador con ocasión de los 106 años de su natalicio,
compartimos en esta ocasión un interesante artículo que publicara en la revista
“Estampas de Colombia” del año 1952, el cual tituló "Sueño y Realidad de Zipaquirá" y varios de sus poemas compilados en su
libro “Del Hontanar Zipaquireño”, publicado en 1985 por la Academia de Historia
de Cundinamarca.
Artículo en reconocimiento a Manuel José Cárdenas, publicado en el periódico local "El Factor" del año 1932. |
“Sueño
y Realidad de Zipaquirá
El progreso del país,
la facilidad de transporte, y la migración de sus gentes de unos sitios a otros
en la búsqueda de nuevos horizontes, les ha hecho perder su peculiar fisonomía
y sus tradiciones a las ciudades colombianas. Tan solo Popayán y Cartagena
viven dedicadas al culto y la perpetuidad de su grandeza. Un sesenta por ciento
de sus habitantes viven arraigados a sus “tutelares muros”, prolongando el
milagro de su gloria en la hormonada inteligencia de sus nuevas generaciones.
Para llegar a ellas,
hay que poner el espíritu en trance de meditación y recogimiento patrióticos.
Allí está Popayán, presidiendo la inteligencia del país ente la orgullosa
guardia de sus “siete colinas vigilantes”. Allá, Cartagena arrebujada entre el
embrujo de su añeja estampa custodiada por el mar Caribe que recita a todas
horas la historia de Colombia y el auténtico heroísmo de la raza.
Aunque la civilización
ha hecho más ciudad a la capital de la República, sus modernas galas, en trance
de ser mejores cada día, le han ido esfumando su castiza fisionomía. Su
desorbitado crecimiento la ha despojado de sus villas aledañas sus mejores
gentes, y le ha quitado a los pueblos el color y el sabor de sus originales
características. De ahí que la historia individual de los burgos sabaneros
prácticamente no exista. En la economía, en el comercio, y en la cultura estos
pueblos son tributarios de Bogotá. Los valores humanos que estos pueblos han
dado son astros menores que quedan sombreados bajo las alas inmortales del
águila simbólica que protege los destinos de Santafé. La historia de ello es
simplemente anecdótica, porque la grandeza no se improvisa. Ellas es obra de
las generaciones fecundas en el surco de la tradición.
Zipaquirá es la única
ciudad del altiplano que en lo exterior conserva su estirpe castellana, pero
que desde hace mucho tiempo perdió el hilo de oro de su aventajada posición en
la vida de la república. Las gentes que la visitan no les queda otro recuerdo
que la patagruélica delicia de los platos regionales o el borroso brillo de las
marmajas que golfos desarrapados les venden al salir de la mina.
Es entonces muy natural
que las gentes sonrían despectivamente cuando reclamamos con orgullo de
colombianos la contribución que Zipaquirá puso en el altar de la patria, y que
aún ignoren que la fundación de Santa Fé, en el centro de la Nueva Granada, se
debió al descubrimiento del Reino de la Sal, en donde con distintos objetivos
se encontraron los tres más grandes conquistadores peninsulares, Belalcázar,
Federman y el gran Don Gonzalo Jiménez de Quesada.
Texto de Manuel José Cárdenas Rojas, publicado por primera vez en el año de 1954. La fotografía corresponde a la segunda edición, publicada en el año 2009 con ocasión del centenario de su natalicio. |
Para conocer pues, a
una ciudad, no sólo hay que haberla mirado físicamente, o haber nacido o vivido
bajo su alero. Hay que dejar que ella nos posea, que avasalle nuestros sentidos
y nuestro espíritu… Así he ido yo en peregrinación mental a mi ciudad y he
llegado hasta ella por los azules caminos de la infancia. La he reconstruido
con sus calles de piedra, con sus retozanas pilas de agua clara; con sus
zaguanes anchos, de puertas claveteadas, de silencio y de siesta; con sus
patios ebrios del carmín de las rosas, de los geranios y de los claveles; con
sus montículos, como la Cantera donde al sol de agosto los niños de ese
entonces, solíamos elevar el pandero de los siete colores…
Me he entrado a sus
viejas casonas…Los pájaros me han enredado en la diadema de su canto… Las
ciruelas me han dado el labio de su miel como doncellas de quince años. Los
gabinetes me han hecho la confidencia de antiguos romances aromados con perfumes
de Francia. En sus ventanas viejas he hallado unos niños que tenían la sonrisa
de mis hijos.
He andado por sus
calles a la hora de las cinco, cuando el viento monologa con su sollozo en el
silencio, y se enciende la voz de un piano… Pasan unos hombres de semblantes
duros como los comuneros que había visto tallados en piedra por la ardiente
inspiración de Miguel Sopó.
Me he puesto tras los cristales a mirar la ciudad
en tarde de lluvia. Tiene los ojos tristes y parece vestida de mantilla
santafereña cantando en el silencio anécdotas del tiempo viejo.
Hace noche de luna y
por el espejo biselado de los salones de las casas viejas, pasan las sombras de
los nuestros dentro de un silencio evocatorio.
Me he puesto a mirar de
lejos la ciudad y parece que al mediodía sueña y se pone a hacer coronas de
gloria con el humo proletario de sus fábricas de sal. La luz pone un manto de
claridad sobre la viñeta de su sueño. El aire tiene un sabor de cerezas como
aquellas que de niños cogíamos de los brazos dóciles de los árboles de la
“Juratena”.
La luz del alba
desaparece los sueños, y un cielo de claridades venturas se asoma ya sobre la
vida de Zipaquirá. Los ríos como la historia van al mar, y la sucesión de los
años estaban acumulando los laureles para ponerlos en la frente de sus
destinos.
El sol de agosto enlaza
las banderas tricolores con las banderas blancas y abre las ventanas románticas
y las ventanas proletarias porque la ciudad va a recibir el legado de Su
Santidad que va a erigir una nueva Diócesis en Colombia, en la cabeza de un
esclarecido y santo levita.
El tiempo y el cielo
tienen los cabellos dorados como los trigales de los campos que se asoman desde
el surco prolífico a ver pasar la procesión que viene de la historia como un
río de canto y de bronce. La ciudad se arrodilla y alza sus manos de oración en
los árboles y en los campanarios, en el corazón de sus obreros y de sus gentes
de ayer y de hoy. Las voces niñas de las campanas del Colegio de La
Presentación. La voz abuela de la Capilla de los Dolores, el acento nostálgico
de lengua vegetal de los bronces del Asilo de Ancianos, la voz grave de la
Catedral elevándose como sus compañeros sobre un paraíso de verdura, de yodo y
de sal irán llevando, urbi et orbi, un nuevo mensaje de la paz de Dios, de la
paz de la tierra y de la paz de Colombia.
Así sea.
Manuel
José Cárdenas Rojas”.
Texto publicado por la Academia de Historia de Cundinamarca que compila parte de la obra poética de Manuel José Cárdenas Rojas. |
ZIPAQUIRÁ HISTÓRICA
CASTELLANA
CIUDAD DE MIS AMORES,
QUE HILAS
ENTRE LA RUECA DEL BELEÑO,
EL HUMO
DE UN PRETÉRITO RISUEÑO
FORJADO
POR EL INDIO EN TUS ALCORES.
CITA DE
GLORIA CONVERTIDA EN FLORES,
DONDE
FORJÓ LA LIBERTAD SU EMPEÑO,
QUE HIZO
LA GLORIA Y SUMERGIÓ SU SUEÑO,
ENTRE EL
TEMPLO DE SAL DE SUS DOLORES.
EL
GRANADINO, EL GRAN ADELANTADO,
HIZO DE
TUS ENTRAÑAS EL DORADO
Y EL ANDE
INDIANO SE ACALLÓ EN TU PLAZA.
PORQUE EN
NOBLE EVANGELIO PROCLAMASTE,
LA
LIBERTAD DE AMÉRICA Y FORJASTE,
EL PAN
MORENO Y DURO DE LA RAZA.
LA CAPILLA DE LOS DOLORES
(Publicada con el nombre LA CAPILLA
ANTIGUA)
RELICARIO DE TIEMPOS
COLONIALES,
Y DE PASADAS ÉPOCAS
GLORIOSAS,
DÍCEME MÁS EL POLVO
DE TUS LOSAS
QUE EL ORNAMENTO DE
LAS CATEDRALES
SEMEJAS DE
PRETÉRITAS EDADES,
EL SANTUARIO QUE
GUARDA VIEJAS COSAS
DE ARMADURAS PESADAS
Y MOHOSAS
DE ANTIGUOS
CABALLEROS MEDIOVALES.
EL NICHO DE LA
VIRGEN DOLOROSA
CON SUS MEJILLAS DE
MARCHITA ROSA
YO HE MIRADO EN LAS
NOCHES AZULADAS,
CON UN PUÑAL SU
CORAZÓN DOLIENTE
UN RAYITO DE LUZ
SOBRE SU FRENTE
Y DOS PERLAS DE AMOR
CRISTALIZADAS
SOLEDAD DE MI PUEBLO
YO VENÍA AL
ENCUENTRO DE MI PUEBLO
Y POR NINGUNA PARTE
LO ENCONTRABA
ESTABA EN ÉL Y SIN
EMBARGO HUÍA
SU PRESENCIA, SU SOMBRA
ENAMORADA.
VEÍA SU SOL, MAS
ÉSTE ALUMBRABA,
COMO EN LOS VERDES
AÑOS DE LA INFANCIA,
VEÍA SU SOMBRA Y ESTA NO TENÍA,
LA SOMBRA QUE
OTRAS SOMBRAS PROLONGARA.
SU AIRE NO ME TRAÍA EL
GRAN SECRETO
DE LAS VOCES DE AYER
EN LA DISTANCIA,
SUS CALLES NO TENÍAN
EL POLVO AÑOSO,
CONVERTIDO EN CENIZA
DE LA HISTORIA.
YA NO EXISTEN LOS
CHORROS DE LA PILA,
Y LAS CAMPANAS ROTAS
SUENAN TRISTE,
SE VOLARON DEL CIELO
LAS PALOMAS,
QUE ANTES BAJABAN EN
LAS VIEJAS TORRES,
A COMER SAL Y GRANOS
EN LA PLAZA.
YA NO EXISTE LA
POBRE VIEJECITA
QUE CONTABA DOS
CUENTOS POR CENTAVO,
Y POR LAS VERDES
TIERRAS ALEDAÑAS
YA NO ACAMPAN DE
NUEVO LOS GITANOS.
SOLO EN LA SOLEDAD
DE MI PUEBLO YACE
SOLO EN LA SOLEDAD
DE MUCHA GENTE,
QUE ME MIRA AL AZAR
CUAL FORASTERO,
Y ME OFRECE MARMAJA
Y CARAMELO,
NO QUEDÓ NI UNA SOMBRA
EN LAS VENTANAS,
NI UNA VOZ DE
AMISTAD EN LAS ESQUINAS,
NI UNA COMETA TRAS
LOS VERDES MONTES,
NI UN POETA CAZANDO
GOLONDRINAS.
EL BOLIVAR DESNUDO DE PEREIRA
(En el sesquicentenario de la muerte
del Libertador)
ERES SIMÓN DE
AMÉRICA, NO UN MITO,
DESNUDO ASÍ SOBRE UN
ROCÍN CAMPANTE,
QUE RECOGE EL
MISTERIO ALUCINANTE,
DEL INDIO, DE LA
SELVA Y DE SU RITO.
EL CIELO PUSO SOLES
DE INFINITO,
A TUS MORENOS
HOMBROS DE GIGANTE,
Y EL VIENTO ESTREMECIDO Y ULULANTE
TE IZÓ BANDERAS Y
EXPANDIÓ TU GRITO.
EL HOMBRE DE LA
GLEBA, ARDIENTE, RUDO,
TE MIRA SÍ, COMO SU
SER, DESNUDO,
CON SU FIEBRE DE
ANGUSTIA, CON SU HAMBRE,
Y TRAS DE SU AGRO,
EN TONOS VEGETALES,
TE VE CRUZAR EN
NUBES INMORTALES,
Y EN EL SILENCIO TE
BENDICE: OH ¡ PADRE.
DOCTOR MANUEL JOSÉ CÁRDENAS ROJAS ZIPAQUIREÑO INTEGRAL |
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