El
pasado jueves 17 de marzo, se cumplió un año más del natalicio del patricio
zipaquireño, Doctor Manuel José Cárdenas Rojas, el doctor Cárdenas nació en el
año de 1909, durante los últimos meses de existencia del departamento de
Zipaquirá (antes de Quesada), uno de sus aportes fundamentales a la historia y
cultura de nuestro municipio lo constituye su decisión de reactivar en los años
treinta del siglo XX, el Centro de Historia de Quesada (fundado en el año de
1908) en esta ocasión, bajo el nombre de Centro de Historia de Zipaquirá, entidad
académica que posteriormente se convertiría en la actual Academia de Historia
de Cundinamarca.
El
Centro de Historia de Zipaquirá en cabeza del doctor Cárdenas, realizó una
importante labor en pro de realzar y mantener vigente la conmemoración del 3 de agosto, día de los mártires
zipaquireños, fecha histórica que en este año llega a su Bicentenario.
En
esta ocasión como homenaje a nuestro fundador en el 107 aniversario de su
natalicio y a la vez como una actividad de difusión de la importancia del 3 de
agosto en Zipaquirá, en este el año de su Bicentenario, les presentamos el texto
del discurso que el doctor Cárdenas pronunciara el 3 de agosto de 1959 en la
sesión solemne del Centro de Historia de Zipaquirá y que tituló “EL PARALELO DE
LA GLORIA”.
Palabras
pronunciadas por el Doctor Manuel José Cárdenas Rojas en la sesión solemne del
Centro de Historia de Zipaquirá, celebrada el día 3 de agosto de 1959.
En
estos días de julio y agosto en que el viento agita las banderas tricolores, el
patriotismo de los colombianos de todas la latitudes se complace en viajar por
el mapa de las batallas emancipadoras, y enmarca la figura ecuménica e
iluminada del Libertador, atravesando el páramo de Pisba con sus tropas
desnudas y hambrientas de gloria, abriendo los portales de la libertad de
América, primero en el pantano de Vargas con la carga fulminante de los
llaneros de Rondón, y luego, con la rápida estrategia de Santander y Anzoátegui
al tomar el puente de Boyacá el 7 de agosto de 1819.
Billete de 1 peso oro emitido el 7 de agosto de 1953 en homenaje a la Batalla de Boyacá |
Además
de la rápida fantasía, como los colombianos repasan su lección elemental de
Historia Patria, el sociólogo e historiador de nuestro tiempo tienen que hacer
una profunda pauta de meditación para asociar, además de las causas que
produjeron nuestra emancipación, los remotos orígenes de nuestra organización
social y étnica, antes de que aparecieran en nuestros puertos, y entraran, rio
arriba, las legiones de la España peregrina y conquistadora, que con el labio
musical de la lengua de Cervantes y Santa Teresa, iría a cambiar el paganismo
de los primitivos pobladores, por el espiritualismo cristiano, y a confundir el
cromosoma de los nativos con los celtíberos, hijos del Cid, que si en el tiempo
de Carlos V no vieron ocultar el sol en sus dominios, con Bolívar, el caballero
de la gloria, que enciende la antorcha de la libertad del nuevo mundo,
regresaría doblando a Europa el prestigio secular de la raza hispánica.
Si
queremos regodear nuestra emoción patriótica en los caminos de la historia,
encontraremos pronto a Tunja, ciudad a la cual desembocan y de la cual salen
todos los caminos de la libertad. Pero si llevamos nuestros pasos a través de
los rostros perdidos del hombre americano, forzosamente tenemos que desviar un
poco hacía el norte de la carretera central, y detenernos en Zipaquirá, para
que su imagen física nos dé, en sus continuas mutilaciones en las diversas
etapas de su frustración, la pérdida del
hombre precolombino.
De
ahí que perdonadme que pretenda hacer ahora un brevísimo paralelo entre las dos
ciudades colombianas que mayor significación tienen en el mundo de la
sociología colombiana y de la historia. Tunja y Zipaquirá parecen copiadas de
un paisaje de Castilla. Si bien Tunja le aventaja en sus tesoros artísticos, Zipaquirá se yergue entre un estuche de verdura y si ambas están cobijadas por
una misma mantilla de nubes, cuando aparece el sol en la ciudad boyacense,
reluce el paisaje ocre, arenoso y pelado por donde pasaron las legiones de la
libertad y en las espadañas de sus iglesias parece que el viento golpeara en el
bronce de las campanas, el mensaje de la victorias. Pero si llegamos a esta
ciudad y la miramos sobre el altozano de Potosí o desde la Hostería del
Libertador, por el medio de la torres de la catedral románica veremos cómo las
paralelas del ferrocarril se pierden sobre los farallones de piedra de las
rocas de Suesca, donde las legiones atónitas de Jiménez de Quesada saludaron a
la sabana con el verso humedecido de lágrimas de don Juan Castellanos: “Tierra
de bendición, tierra serena, tierra para hacer perpetua casa, tierra que da
consuelo y fin a nuestra pena”.
Las
banderas de España que tremolaban gozosas sobre la esplendidez de la llanura, al
conquistar el Reino de la Sal, indicaban el principio del fin, y marcaban ya la
sepultura de la civilización chibcha para poder aprovechar la riqueza salina y
poner los primeros cimientos del gobierno colonial.
Billete cinco pesos emitido por el Banco de Zipaquirá en 1882 refleja la Zipaquirá salinera colección particular |
Habían
subido los españoles por la sal que les había conservado la vida dentro del
infierno inhóspito del Carare, y en cambio de construir y fundar la capital del
nuevo reino en sus feraces tierras, llenas de frutos abundosos siguieron hasta
Teusaquillo, donde con ayuda del Cacique de Suba, que fue el primero que
recibió el bautismo de la religión cristiana, fundaron a Santafé de Nueva Granada
el 6 de agosto de 1538 verificándose en ese día la cita de los tres
conquistadores.
Vino
así, como lo dijera López de Mesa, la primera frustración de una raza debido a
la sal, que si en el futuro seguiría dando riqueza y progreso a España y a la República,
parece que para ella llevara el ingrediente nocivo que destruyó las ciudades
bíblicas.
Los
conquistadores provocaron después la rivalidad entre el Zipa y el Zaque de
Tunja, y dieron fuerza de superioridad a jefes indígenas de inferior categoría
para destruir, con sus propias jerarquías, la más grande agrupación étnica y
política del interior del Nuevo Reino, no quedando el choque brutal entre las
razas ni la pavesa de la instituciones, costumbre, religión, arte y cultura del
pueblo mosca, como la que en México y en el Perú prolongaban el paso de la
cultura Maya e Inca respectivamente.
El
pueblo de Zipaquirá, que como núcleo sociológico y económico fue la sede del
pueblo Chibcha, llegó a tener más de ochenta mil habitantes, que fueron
trasladados a Nemocón, y exterminados en su mayoría y apenas quedaba un saldo
de ochenta nativos, a los cuales se le dejó, por orden del Fiscal Moreno el
aprovechamiento de las fuentes saladas.
Zipaquirá
había sido fundada por Dios y no por Cédula Real o decreto humano. Su sal, que
para los hombres como para los gobiernos fue fuente de salud, para ella fue
cédula de amargura, de exterminio, de traición permanente y de muerte. Con
Zipaquirá terminaba la prehistoria y con Tunja y Bogotá nacía la colonia en el
año de 1538, con Gonzalo Suárez Rondón y Jiménez de Quesada.
Mientras
Tunja crecía en parabienes y dignidades, y los imagineros iban plasmando en sus
templos el alma profundamente católica, trágica y meditativa de España, a
Zipaquirá la resistencia de los nativos sólo le permitió pasar de pueblo
doctrinero, administrado por la comunidad franciscana a Parroquia hasta el año
de 1779. De ella queda en la Capilla de los Dolores la campana que esconde en
su tañido el deprofundis de la raza.
Tunja
entra de lleno por la puerta grande de la historia nacional, engolada de
prestigio intelectual, y el intercambio económico de la sal sigue hermanándola
con Zipaquirá. Esta reproduciría dos centurias más tarde el prodigio poético de
Sor Francisca Josefa del Castillo en la lira llena de auroras inefables de
Belisario Peña. Y en el Congreso de Tunja se oiría el verbo candente y
adoctrinante de juricidad de Camilo Torres otorgando a Bolívar los honores de
caudillo de la libertad, Zipaquirá repetiría cien años más tarde al apóstol y profeta
de la paz Don Santiago Pérez y esculpiría en las páginas de la elocuencia
sagrada a Carlos Cortés Lee.
Todos
los pueblos del norte de la Nueva Granada estaban vinculados a Zipaquirá por la
sal. Del Socorro de donde viene el azúcar en blancos panes, llega también la
llamarada ardiente de la revolución del Común. Las capitulaciones juradas ante
los evangelios fueron escritas en Tunja y reformadas y ampliadas en Zipaquirá.
Aquí en esta plaza quedaría aplazada por un siglo más la independencia de Colombia
y frustrado nuevamente el derecho del pueblo al laboreo de las fuentes saladas,
tal y como lo había proclamado la voluntad real de Carlos III de España. Pero
la cabeza de Galán seguiría goteando de sangre el camino de las
reivindicaciones sociales y de las luchas por la libertad de los pueblos americanos.
Mientras
Tunja hace cuarteles y cuaja libertadores, Zipaquirá financia las batallas
emancipadoras. Sólo hasta 1810 se declara legalmente municipio, y su cabildo
admirable tan sólo funciona, en 1811 y en 1813 para entregarle a la República
naciente su patrimonio rentístico.
Billete de 1000 pesos oro (reposición) en homenaje a los héroes del pantano de Vargas emisión de 31 de enero de 1992 |
Sus
mártires son gentes del pueblo, de vidas intrascendentes, cuya biografía
principio en el cadalso. Pero su sangre es un vino caudaloso que alimenta los
próceres colombianos…Miradlos en este sala como luceros que se proyectan en el
continente de la esperanza como acicate de la lucha que comienza hoy tres de
agosto de 1959.
Han
pasado ciento cuarenta años y después de la emancipación de Colombia y Tunja
que fundió espadas de patriotismo para crear la libertad de la Nación ha
cosechado los frutos de su grandeza. Más allá de sus caminos está Paz del Rio,
donde se están fraguando las nuevas espadas y los aceros que han de fortalecer
la autarquía económica del país, al cual está contribuyendo el patrimonio de
los colombianos.
Zipaquirá
con la construcción de la planta de sal y de soda, quedó a espaldas de la
civilización pero delante de Dios y de la Patria.
A
prolongar en el tiempo y en el espacio, el espíritu y la gloria de Zipaquirá,
con la fundación de la Casa de la Cultura, hemos venido a celebrar este día y a
jurar sobre las cenizas de nuestros mártires la reivindicación de nuestro
suelo, bajo el amparo de Dios y la protección de las instituciones democráticas
de Colombia.
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