SUBJETIVISMO SABANERO
Encanto melancólico de la Sabana, de la
planicie
de esmeralda donde se aterciopela
la
luz sobre inocentes paisajes de acuarela.
Los
sauces mussetianos dejan caer sus ramas
que
son a modo de una verde bruma indistinta,
y
bajo sus follajes el río es una cinta
que
ata con nudo fácil un haz de panoramas.
La
torre de una aldea perfílase a lo lejos
entre
un temblor de alisos y de eucaliptos viejos
y
parece, entre arroyos de móviles reflejos,
surgir
de un encantado laberinto de espejos.
Aquí
y allá, del campo surge una granja aislada
entre
árboles que ciñen nupciales aderezos;
y
vése, en torno de ella, como una gran nevada,
como
un alud de nieve floral y sonrosada;
es
porque en la Sabana florecen los cerezos.
Hay
no sé qué tristeza vaga, acariciadora
en
el maravilloso silencio de la hora
crepuscular.
A veces, no obstante, lo perfora
el
estridente silbo de una locomotora.
De
un suave tono rosa, gris, malva, los celajes
cambiantes
del crepúsculo se asocian a los viajes
del
agua, que es el gesto móvil de los paisajes.
Anochece
el silencio se agrava. Y ya la sombra
en
la vasta planicie tiende su negra alfombra.
pero
la luna surge, mágica. Y en aquella
quietud
en que el sonido se extingue, de repente
sobre
una charca oscura flota el croar gimiente
de
un sapo que se muere de amor por una estrella.
EDUARDO CASTILLO
Poeta del Centenario
Eduardo
Castillo, nació en Zipaquirá el 5 de febrero de 1889 y falleció en Bogotá el 21
de junio de 1938, fueron sus padres Alejandro Castillo y Clementina Gálvez,
realizó sus primeros estudios en su ciudad natal y posteriormente se trasladó a
la capital de la República, en donde se relacionó con los más destacados
literatos de la época y a la vez surgió y fue reconocido como uno de los más
significativos poetas de la llamada generación del centenario de la cual
hicieron parte, entre otros, José Asunción Silva, Guillermo Valencia y Porfirio
Barba-Jacob.
Castillo
era poseedor de una vasta cultura, lo cual lo llevó a ser llamado para
colaborar en el suplemento literario de El Espectador, de Lecturas Dominicales,
el Gráfico y la revista Cromos.
El
periódico El Espectador a finales del siglo XX, realizó una serie de entregas,
la cual denominó “Hechos y Personajes del siglo XX”, resaltando la figura del
poeta zipaquireño, en su entrega No. 466 del miércoles, 15 de julio de 1998, en
dicha ocasión se resaltó que:
“Eduardo
Castillo le dio impulso universal a la poesía colombiana y ensanchó el camino
de la sabiduría idiomática. Algunos de sus sonetos eran de sereno equilibrio,
con su leve arquitectura, a un tiempo nítida y esfumante, con su mágica
perspectiva hacia el ensueño y el pasado. Con su poesía hubo novedad en el país
en cuanto a tono, estilo, tema y estética, y un conjunto de auténtica belleza”.
“Sus
vastos conocimientos literarios lo capacitaron particularmente para el
ejercicio de la crítica. Y a lo largo de treinta años fueron innumerables los
estudios que escribió con intención crítica o simplemente divulgadora. Como traductor,
Castillo se cuenta entre los mejores del país. Son excepcionalmente afortunadas
algunas versiones suyas de Samaín, de Baudelaire, de Francis Jammes, de
D´Annunzio, de Eugenio de Castro, del Wilde y de Copeé.”
Parte
de su obra ha sido publicada en diferentes textos, entre ellos los titulados “Obra
Poética” y “Tinta Pérdida – prosas”, patrocinados por el Ministerio de
Educación en 1965 y “El árbol que canta”, el cual corresponde al No. 55 de la “colección
de autores nacionales”, editado por el Instituto Colombiano de Cultura en 1981.
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