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domingo, 29 de abril de 2018

EDUARDO CASTILLO - POETA DEL CENTENARIO





SUBJETIVISMO SABANERO

Encanto  melancólico de la Sabana, de la
planicie de esmeralda donde se aterciopela
la luz sobre inocentes paisajes de acuarela.

Los sauces mussetianos dejan caer sus ramas
que son a modo de una verde bruma indistinta,
y bajo sus follajes el río es una cinta
que ata con nudo fácil un haz de panoramas.

La torre de una aldea perfílase a lo lejos
entre un temblor de alisos y de eucaliptos viejos
y parece, entre arroyos de móviles reflejos,
surgir de un encantado laberinto de espejos.

Aquí y allá, del campo surge una granja aislada
entre árboles que ciñen nupciales aderezos;
y vése, en torno de ella, como una gran nevada,
como un alud de nieve floral y sonrosada;
es porque en la Sabana florecen los cerezos.
  
Hay no sé qué tristeza vaga, acariciadora
en el maravilloso silencio de la hora
crepuscular. A veces, no obstante, lo perfora
el estridente silbo de una locomotora.
De un suave tono rosa, gris, malva, los celajes
cambiantes del crepúsculo se asocian a los viajes
del agua, que es el gesto móvil de los paisajes.

Anochece el silencio se agrava. Y ya la sombra
en la vasta planicie tiende su negra alfombra.
pero la luna surge, mágica. Y en aquella
quietud en que el sonido se extingue, de repente
sobre una charca oscura flota el croar gimiente
de un sapo que se muere de amor por una estrella.


EDUARDO CASTILLO
Poeta del Centenario 



Eduardo Castillo, nació en Zipaquirá el 5 de febrero de 1889 y falleció en Bogotá el 21 de junio de 1938, fueron sus padres Alejandro Castillo y Clementina Gálvez, realizó sus primeros estudios en su ciudad natal y posteriormente se trasladó a la capital de la República, en donde se relacionó con los más destacados literatos de la época y a la vez surgió y fue reconocido como uno de los más significativos poetas de la llamada generación del centenario de la cual hicieron parte, entre otros, José Asunción Silva, Guillermo Valencia y Porfirio Barba-Jacob.

Castillo era poseedor de una vasta cultura, lo cual lo llevó a ser llamado para colaborar en el suplemento literario de El Espectador, de Lecturas Dominicales, el Gráfico y la revista Cromos.

El periódico El Espectador a finales del siglo XX, realizó una serie de entregas, la cual denominó “Hechos y Personajes del siglo XX”, resaltando la figura del poeta zipaquireño, en su entrega No. 466 del miércoles, 15 de julio de 1998, en dicha ocasión se resaltó que:  

“Eduardo Castillo le dio impulso universal a la poesía colombiana y ensanchó el camino de la sabiduría idiomática. Algunos de sus sonetos eran de sereno equilibrio, con su leve arquitectura, a un tiempo nítida y esfumante, con su mágica perspectiva hacia el ensueño y el pasado. Con su poesía hubo novedad en el país en cuanto a tono, estilo, tema y estética, y un conjunto de auténtica belleza”.

“Sus vastos conocimientos literarios lo capacitaron particularmente para el ejercicio de la crítica. Y a lo largo de treinta años fueron innumerables los estudios que escribió con intención crítica o simplemente divulgadora. Como traductor, Castillo se cuenta entre los mejores del país. Son excepcionalmente afortunadas algunas versiones suyas de Samaín, de Baudelaire, de Francis Jammes, de D´Annunzio, de Eugenio de Castro, del Wilde y de Copeé.”

Parte de su obra ha sido publicada en diferentes textos, entre ellos los titulados “Obra Poética” y “Tinta Pérdida – prosas”, patrocinados por el Ministerio de Educación en 1965 y “El árbol que canta”, el cual corresponde al No. 55 de la “colección de autores nacionales”, editado por el Instituto Colombiano de Cultura en 1981. 





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