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viernes, 3 de agosto de 2018

MÁRTIRES ZIPAQUIREÑOS DE LA INDEPENDENCIA 202º AÑOS DE SU SACRIFICIO

Firma de Don Agustín Zapata
(Archivo Centro de Historia de Zipaquirá)


El presente artículo fue publicado el 20 de julio de 1894 en la entrega No. 6 del periódico zipaquireño “El Estudio”, de donde lo hemos tomado, respetando la ortografía de la época. A la fecha es considerado como el primer antecedente historiográfico relacionado con los mártires zipaquireños. Años después don Luis Orjuela, publicaría un ensayo más profundo sobre este aspecto, en su obra Tributos de Zipaquirá para la Revolución de Independencia” de 1912.



LOS MÁRTIRES ZIPAQUIREÑOS

Luis Orjuela
Historiador Zipaquireño
Miembro de Número Academia Colombiana de Historia

Como asunto á cuya elucidación no se ha dedicado todavía un interés singular, en la exposición de generalidades discuerdan los historiadores sobre los nombres, número y calidad de los patriotas que fueron pasados por las armas en Zipaquirá el 3 de Agosto de 1816; y el desconcierto aumenta por consecuencia de documentos oficiales que, escritos con ligereza, se han encargado de propagar noticias erróneas.

Restrepo (Historia de la Revolución de Colombia, tomo X, pág. 156, ed. De Parías, 1827) da el verdadero número de patriotas, que fueron seis, pero á Sarache lo llama Sánchez, á José María Riaño, José Riaño Cortés (cosa, por otra parte, que nada tendría de extraño, á no ser por dar ocasión á que naciesen dos personajes que pudieren creerse distintos) y á Quiguarana, Figurana. En la edición de Besanzón, hecha en 1858, se suprimió el tomo de documentos, y con él la lista de patriotas sacrificados en la República.

La Ordenanza 1º de la Cámara provincial de Zipaquirá, de 21 de setiembre de 1852, sobre honores á la memoria de los mártires zipaquireños, incurre en mayores errores, pues á Luis Gómez lo llama José Gómez, á José María Riaño, José María Cortés, á Francisco Carate, José Antonio Carate, á Quiguarana, Tiguarana, y da por ejecutado a un Ramón Forero que no consta lo fuera, con lo cual el número de víctimas sube á siete.

Groot (Historia Eclesiástica y Civil de la Nueva Granada, tomo III, cap. LXII, 2º ed) tan puntual y rico como es en detalles, dá pormenores de Quiguarana (según él Tiguarana), de Carate y de “un mozo que llamaban El Currutaco;”  pero no entrando como parece, en el plan de su obra hacer catálogo general de los mártires de la patria, calla los nombres de los otros tres, entre ellos el principal, por no decir el único notable (pues quienes se sacrifican á la patria todos lo son), que fue don Agustín Zapata[1].

Scarpetta y Vergara (Diccionario Biográfico de los Campeones de la Libertad, art. referente á Zapata Agustín) mencionan como ejecutados á Carate, Quiguarana (según ellos Figuarana), Gómez, Riaño (que llaman, como Restrepo, José Riaño Cortés), Sarache (que apellidan Sánchez), y agregan, de su propia cosecha, á N. Carranza y Juan E. Valdés, personajes imaginarios que, ó no fueron sacrificados, ó no lo fueron en Zipaquirá, ó por aquella época ó por la patria, de donde resulta un número de ocho víctimas, entrando don Agustín Zapata. Y, admirémonos todos! hay una noticia biográfica de Valdés como inmolado en Zipaquirá el 3 de agosto de 1816, y aún se citan las palabras, pues que obras no podían citarse, por cuya expresión fue condenado al patíbulo!.

Como es posible que, á semejanza del examen que nosotros hacemos hoy de los escritos que nos han precedido, se haga alguna vez revisión de nuestro estudio por los escritores que nos sucedan, - si entre nuestros conterráneos no sucumbiese este escrito á injurias del tiempo, - declaramos desde ahora que no sólo no tenemos, sino que aun deseamos, la severidad con que se nos trate, si por otro lado en el camino de la investigación hemos de servir de punto de escala para que la verdad se descubra. La crítica histórica sigue la marcha de todos los conocimientos humanos, y día por día se hace nueva luz en torno de los sucesos pasados. Sentado lo cual, entramos á exponer lo que tenemos averiguado sobre los hechos que forman el objeto del presente estudio.

Los libros parroquiales suministran la siguiente partida:



Seis patriotas                                   Zipaq tres de Agosto de ochocientos diez y seis. Se les dio sepultura eclesiástica á los cadáveres de D. Agustín Zapata, Luis Sarache, José Luis Gómez, José María Riaño, Franco Carate y pomuceno Quiguarana. Se confesaron y recibieron el Viático, doy fe.
D. Agustn  Zapata.
Luis Sarache.
Luis Gómez

Limosna

José María Riaño.
Franco  Carate
j. Nepomo  Quiguarana                   Pedro Josef Nieto.


Recorriendo las defunciones de la época del terror hasta el año de 1819, no se registran más partidas de esta clase fuera de la precedente. Y en su apoyo, cuando ella sola no asumiese la calidad de documento fehaciente, viene un curioso manuscrito, autógrafo del señor Santiago Talero y hallado entre papeles que posee la familia zipaquireña de este apellido, manuscrito que, abarcando á breves y fugases notas el periodo de 1807 á 1819, contiene la siguiente noticia:

“El viernes 2 de Agosto de 1816 trajeron de Santafé á Agustín Zapata, Quiguarana, Carate, Venceguerras[1], Carraco y Currutaco, y al otro día los arcabucearon”.

Hé ahí, pues, cómo renace de otra fuente El Currutaco del historiador Groot, y cómo brotan los apodos de otros dos de los fusilados. Desgraciadamente, aunque sabemos por este manuscrito cuáles no llevaban apodos (Zapata, Quiguarana y Carate), y por el cotejo  del manuscrito con la partida de defunción colegimos cuáles lo llevaban (Sarache, Gómez y Riaño), ignoramos qué apodo convenía en particular á cada uno de los tres últimos individuos, entre los tres de Venceguerras, Carraco y Currutaco, y por lo mismo aun permanece en la sombra el verdadero nombre del célebre Currutaco.

De todos modos, consta por dos distintas vías que la víctimas fueron seis, y queda, nos parece, disipada la duda en lo relativo a sus nombres.

Agustín Zapata.- Según Scarpetta y Vergara nació este prócer en Zipaquirá el año de 1764, noticia que, a falta de prueba directa (pues el desarreglo de los libros parroquiales de aquella época hace difícil dar con el acta de nacimiento), está confirmada por declaración que en instrumento público de 1793, extendió con motivo de solicitud de licencia para enajenar una casa (protocolo correspondiente), hizo Zapata de contar á la sazón 28 años.

Si el escribir materialmente bien, ha de poderse tomar como indicio para juzgar la calidad y cultura de las personas, Zapata debió recibir una educación esmerada, supuesto que, amanuense mucho tiempo del Escribano de entonces, don Felipe Santiago Silva, trazaba una hermosa letra española y observaba con estricto rigor los preceptos de una ortografía correcta. Consta también que de 1795 para adelante recibía poderes para gestiones judiciales, lo que hace suponer que, sin título de abogado, era suficientemente versado en leyes.

El 29 de Abril de 1792 contrajo matrimonio con la señora Clemencia Forero, y fueron sus padrinos consortes de distinción, don Carlos Joaquín de Urisarri y doña Mariana Tordesillas. Entre varios hijos del matrimonio de don Agustín se contaba la señora Josefa Zapata, de quien procede una de las ramas de la familia actual de Coronados, á que pertenecen don Rogelio y don Jorge.

Es de creerse que Zapata disfrutó de no escasas comodidades, pues construyó á sus expensas la casa de su habitación, la que, situada en la entonces llamada Calle de las Doncellas, es hoy propiedad y habitación de don Rafael Araos.

Acogió con calor y en virtud de deliberada convicción de patriota, como otros muchos zipaquireños, la causa de la Independencia; y se sabe, por tradición que se conserva en Zipaquirá, que, asociado a don Agustín Domíngez, infirió públicos agravios al retrato de Fernando VII, llegando a verificar en él un simulacro de ejecución. Qué cargos precisos se dedujera contra él en el proceso, ó verbal ó escrito, que debido seguírsele ante el Consejo permanente de guerra (erigido en Santafé por Morillo, no para juzgar, sino para condenar á muerta en causa ya prejuzgada), es cosa que ignoramos. Solo sabemos que en relación formada el 22 de julio de 1816, se registra su nombre (y entre de los quienes habían de ser mártires zipaquireños es el único que se registra), con título de Oficial, como el de uno de los “individuos que se hallan presos, y a quienes se les están formando sus causas, acusados de rebeldes, cabezas y sostenedores de la revolución, que han desempeñado los primeros empleos en ella”.

El ignorar nosotros los servicios reales prestados por Zapata á la causa de sus convicciones, no oscurece el mérito de su sacrificio. Así como a la patria le basta para su gloria haber tenido mártires, á éstos les basta para ser grandes haber ofrendado su vida en el altar de la patria. Ese es, a nuestro entender, el pedestal sobre el cual debe alzarse la figura de Agustín Zapata.

Juan Nepomuceno Quiguarana.- Optamos por esta forma del apellido: 1º porque así consta de la partida de defunción que dejamos copiada, del manuscrito de Santiago Talero y de otros instrumentos del siglo pasado que pueden consultarse en la Notaría, lo que nos hace creer que ese era el uso general, sin que por eso dejase de haber tal cual caso de la forma Tiguarana   (nunca Figuarana ni Figuarama), como el del acta de matrimonio de esta víctima de la patria; y 2º por no sabemos que vaga sospecha que abrigamos, no apoyada, es cierto, en texto alguno, de que dicho apellido es indígena, á la manera de Pataquiba y otros, y, siendo así, nos parece que cuadra mejor con el muisca la forma Quiguarana. Solo agregamos que habiendo sido el uso vario, muy bien han podido seguir los historiadores aquella de las dos formas que llegó primero á su noticia, ó que les pareció más aceptable, sin incurrir por ello en nimia y fútil censura.

Conforme lo asienta Groot, Quiguarana, “honrado padre de familia, hombre del pueblo, sencillo é ignorante, no tenía más delito que haber sido Sargento de milicias del lugar, sin haber hecho servicio alguno ni haber molestado á nadie”.

Fuera de esto, apenas sabemos de Quiguarana que en 4 de Febrero de 1789 contrajo matrimonio con María de la Cruz Garzón, y, que sus padres fueron Pedro Quiguarana y ja (sic) Peñalosa.

Francisco Carate.- Carate dice Groot, era “un indio de los principales, rico[2] y honrado padre de familia; tan ignorante, que era de los que creían que en la república todavía mandaba su amo el Rey. No había tenido más empleo que el de teniente de los indios, el que ejercía desde ante del 20 de julio”.

El Currutaco.- Como lo hémos observado, no sabemos cuál de entre Sarache, Gómez y Riaño se conocía con este apodo; pero es muy curiosa la relación que hace de él Groot, la que, integra, dice así:

“El Currutaco era un joven plebeyo y sin instrucción alguna, pero de aquellos que esta clase pican de entendidos y se mezclan en las cosas políticas. Este no entró por la moda de ser patriota, y se distinguió como realista, granjeándose con esto el odio de los patriotas de Zipaquirá, que eran muchos y exaltados; era, en sentido realista, lo que llamamos chispero; y desde que supo que venían las tropas españolas, se fue encontrarlas á Chiquinquira, desde donde vino con ellas sirviéndoles de guía. No se supo por qué le echaron mano en Santafé, y preso en el mismo Colegio del Rosario, lo juzgaron con los otros dos[3], ó no lo juzgaron, sino que dieron orden para llevarlo con los compañeros á Zipaquirá, donde lo fusilaron. Y no se extrañe semejante desorden entre gentes á quienes poco les importaba la vida de los americanos, porque sucedió, en el mismo Colegio, que habiendo llamado en lista á uno, entre varios, de los que sin saber por qué traían presos de los pueblos, y que iban a soltar por no haber resultado causa contra ellos, no pareció,  y el carcelero dio cuenta de que lo habían sacado a fusilar con otros. El Currutaco protestaba en el banquillo, á la faz del pueblo, que siempre había sido realista; que en nada había servido á la patria, y que no sabía por qué lo mataban. Todo el mundo conocía esto y se admiraba; pero el terror era tál, que no permitía bullir á nadie los labios para decir una sola palabra sobre lo que se ordenaba por Morillo y sus autoridades.”.

El silencio de los mismos realistas, que temían sindicarse de patriotas y correr suerte desastrosa, si hablaba en favor aún de sus propios copartidarios, injusta ó equivocadamente acusados, abrió la tumba de muchos inocentes é impidió rescatar del cadalso la vida de El Currutaco. Este los mismo que Quiguarana y Carate, fueron víctimas sin culpa en el delito de rebeldía ó insurgencia, como decía entonces, la diferencia de Zapata, que fue víctima consciente.

Los otros dos mártires. De ellos, esto es, de El Carraco y Venceguerras, no tenemos noticia alguna.

Como las sentencias del Consejo permanente se cumplían por lo regular en  el lugar del nacimiento de los sentenciados ó en el que eran más conocidos, sin duda para mayor escarmiento, á los seis de Zipaquirá se les trajo, como hemos visto, el viernes 2 de Agosto de 1816 y se les puso en Capilla. A este destino sirvió una de las tiendas, que haciendo parte de la cada perteneciente hoy día a la señora Josefa Morales de Bernal, es propiedad de los herederos del señor Ramón Castro, y está situada á la mitad del costado occidental de la plaza principal, contra el lado Sur del zaguán de la mencionada casa. Hasta ahora poco tiempo conservaba todavía dicha tienda la misma puerta que tenía en aquella época, puerta que en la hoja del lado derecho deja ver, cubierta con un remiendo, la ventanilla que se le hizo entonces para que los sentenciados se comunicasen con las personas que se acercaban por fuera. Hoy la expresa puerta, que á modo de reliquia debería ser objeto de patriótica veneración, ha recibido el menosprecio de ser habilitada para la cárcel de mujeres,  y lleva una placa de bronce con la siguiente inscripción:

Pertenecía esta puerta al local que sirvió de capilla á los señores D. Agustín Zapata, Luis Sarache, Luis Gómez, José María Riaño, Francisco Carate y Juan Nepomo. Quiguarana, zipaquireños que por su amor á la patria fueron sacrificados en esta ciudad el 3 de Agosto de 1816. A solicitud del Concejo municipal de 1887, la cedió gratuitamente su dueño, el señor don Ramon Castro.

“Queda confiada su conservación á la respetuosa gratitud de los zipaquireños.

“Zipaquirá, Octubre de 1887.”.

Llevados de nuestra ignorancia en materia de lo que es el valor histórico de las cosas, aún no sabemos si andando el tiempo se le ocurra a alguna arrancar la expresada placa…..para hacer, por ejemplo, una chocolatera.

El suplicio de todos los condenados á muerte se ejecutaba en Zipaquirá al frente del edificio que existía en donde hoy está la casa del señor José María Rodríguez, en la plaza principal, hacia el costado occidental de la Iglesia. Allí rindieron, pues, la vida las seis víctimas de la crueldad española, el sábado 3 de Agosto.

Pasada la ejecución, los cadáveres fueron sepultados al costado meridional de la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores, bajo el alar de la sacristía, dando las cabezas contra los cimientos de esta parte del edificio. Hace algunos años vivía todavía un testigo ocular del entierro, Francisco Pinzón (alias Pacho Piches), antiguo sacristán de dicha Capilla, que fue quien comunicó esta noticia al diligente señor Epifanio Wiesner, de quien nosotros la hemos tomado.

Duerman, pues, en paz esos venerados restos, entre tanto que la gratitud les levanta el monumento que reclama su fecundo martirio.

La Histórica Puerta de los Seis Mártires Zipaquireños
Fotografía tomada del libro Capítulos de Historia Zipaquireña
autor: Padre Roberto María Tisnés J.
1956. 
Boletín Municipal del Concejo de Zipaquirá
1936
(Archivo Centro de Historia de Zipaquirá)





[1] Este nombre aparece confuso. Está escrito, Benseguer.s ó Benseguerr.s
[2] No obstante vemos que se le enterró de limosna.
[3] Quiguarana y Carate. 





[1] En documento número 28 agregado al apéndice del tomo III, para la 2ª edición, hecha, como se sabe, después de la muerte del señor Groot, se incluye una relación oficia de presos y detenidos, entre los cuales figura don Agustín Zapata, en grado de Oficial.

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