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martes, 17 de marzo de 2015

MANUEL JOSÉ CÁRDENAS ROJAS - ZIPAQUIREÑO INTEGRAL

106 años del natalicio de Manuel José Cárdenas Rojas

"Sueño y Realidad de Zipaquirá" 

"Del Hontanar Zipaquireño"

Discurso de Manuel José Cárdenas Rojas, en nombre
de la Sociedad Bolivariana de Colombia en la Plaza de
Bolívar en el 182 aniversario del natalicio del Libertador
(Tomada del texto "Vida y Obra de Manuel José Cárdenas Rojas)
 
El 17 de marzo de 1909, nace en Zipaquirá el Doctor Manuel José Cárdenas Rojas, un zipaquireño integral, desde su elección como Personero Municipal y Concejal de Zipaquirá en los años treinta del siglo XX, se convirtió  en uno de los más destacados hijos de la tierra de la sal. A lo largo de su desempeño en la vida pública, siempre tuvo presente un fin primordial, luchar por los derechos y desarrollo de su tierra natal, labor que ejecutó desde las tres ramas del poder público en donde ejerció destacados cargos, fue como ya lo mencionamos: Concejal de Zipaquirá, Diputado a la Asamblea de Cundinamarca, Representante a la Cámara, curul desde la cual fue elegido Presidente de dicha Corporación, Secretario de Educación, Director de Estadística de Cundinamarca, Magistrado y Presidente del Tribunal Superior de Aduanas, entre otros.

A la par con su lucha pública en defensa de los derechos de Zipaquirá y Cundinamarca, la cultura fue otra de las pasiones de Manuel José Cárdenas Rojas, sector desde el cual igualmente trabajo por el bienestar de su ciudad y departamento, en los años treinta revivió el Centro de Historia de Zipaquirá, entidad que posteriormente transformó en la actual Academia de Historia de Cundinamarca, fue cofundador de la Casa de la Cultura “Arturo Wagner” y de la Fundación Nacional Zipaquirá “FUNZIPA”.

Como homenaje a nuestro fundador con ocasión de los 106 años de su natalicio, compartimos en esta ocasión un interesante artículo que publicara en la revista “Estampas de Colombia” del año 1952, el cual tituló "Sueño y Realidad de Zipaquirá" y varios de sus poemas compilados en su libro “Del Hontanar Zipaquireño”, publicado en 1985 por la Academia de Historia de Cundinamarca.



Artículo en reconocimiento a Manuel José Cárdenas,
 publicado en el periódico local "El Factor" del año 1932. 

“Sueño y Realidad de Zipaquirá

El progreso del país, la facilidad de transporte, y la migración de sus gentes de unos sitios a otros en la búsqueda de nuevos horizontes, les ha hecho perder su peculiar fisonomía y sus tradiciones a las ciudades colombianas. Tan solo Popayán y Cartagena viven dedicadas al culto y la perpetuidad de su grandeza. Un sesenta por ciento de sus habitantes viven arraigados a sus “tutelares muros”, prolongando el milagro de su gloria en la hormonada inteligencia de sus nuevas generaciones.

Para llegar a ellas, hay que poner el espíritu en trance de meditación y recogimiento patrióticos. Allí está Popayán, presidiendo la inteligencia del país ente la orgullosa guardia de sus “siete colinas vigilantes”. Allá, Cartagena arrebujada entre el embrujo de su añeja estampa custodiada por el mar Caribe que recita a todas horas la historia de Colombia y el auténtico heroísmo de la raza.

Aunque la civilización ha hecho más ciudad a la capital de la República, sus modernas galas, en trance de ser mejores cada día, le han ido esfumando su castiza fisionomía. Su desorbitado crecimiento la ha despojado de sus villas aledañas sus mejores gentes, y le ha quitado a los pueblos el color y el sabor de sus originales características. De ahí que la historia individual de los burgos sabaneros prácticamente no exista. En la economía, en el comercio, y en la cultura estos pueblos son tributarios de Bogotá. Los valores humanos que estos pueblos han dado son astros menores que quedan sombreados bajo las alas inmortales del águila simbólica que protege los destinos de Santafé. La historia de ello es simplemente anecdótica, porque la grandeza no se improvisa. Ellas es obra de las generaciones fecundas en el surco de la tradición.   

Zipaquirá es la única ciudad del altiplano que en lo exterior conserva su estirpe castellana, pero que desde hace mucho tiempo perdió el hilo de oro de su aventajada posición en la vida de la república. Las gentes que la visitan no les queda otro recuerdo que la patagruélica delicia de los platos regionales o el borroso brillo de las marmajas que golfos desarrapados les venden al salir de la mina.

Es entonces muy natural que las gentes sonrían despectivamente cuando reclamamos con orgullo de colombianos la contribución que Zipaquirá puso en el altar de la patria, y que aún ignoren que la fundación de Santa Fé, en el centro de la Nueva Granada, se debió al descubrimiento del Reino de la Sal, en donde con distintos objetivos se encontraron los tres más grandes conquistadores peninsulares, Belalcázar, Federman y el gran Don Gonzalo Jiménez de Quesada.

Texto de Manuel José Cárdenas Rojas,
publicado por primera vez en el año de 1954.
La fotografía corresponde a la segunda edición,
publicada en el año 2009 con ocasión del centenario de su natalicio.
Para conocer pues, a una ciudad, no sólo hay que haberla mirado físicamente, o haber nacido o vivido bajo su alero. Hay que dejar que ella nos posea, que avasalle nuestros sentidos y nuestro espíritu… Así he ido yo en peregrinación mental a mi ciudad y he llegado hasta ella por los azules caminos de la infancia. La he reconstruido con sus calles de piedra, con sus retozanas pilas de agua clara; con sus zaguanes anchos, de puertas claveteadas, de silencio y de siesta; con sus patios ebrios del carmín de las rosas, de los geranios y de los claveles; con sus montículos, como la Cantera donde al sol de agosto los niños de ese entonces, solíamos elevar el pandero de los siete colores…

Me he entrado a sus viejas casonas…Los pájaros me han enredado en la diadema de su canto… Las ciruelas me han dado el labio de su miel como doncellas de quince años. Los gabinetes me han hecho la confidencia de antiguos romances aromados con perfumes de Francia. En sus ventanas viejas he hallado unos niños que tenían la sonrisa de mis hijos.

He andado por sus calles a la hora de las cinco, cuando el viento monologa con su sollozo en el silencio, y se enciende la voz de un piano… Pasan unos hombres de semblantes duros como los comuneros que había visto tallados en piedra por la ardiente inspiración de Miguel Sopó.

Me he  puesto tras los cristales a mirar la ciudad en tarde de lluvia. Tiene los ojos tristes y parece vestida de mantilla santafereña cantando en el silencio anécdotas del tiempo viejo.

Hace noche de luna y por el espejo biselado de los salones de las casas viejas, pasan las sombras de los nuestros dentro de un silencio evocatorio.

Me he puesto a mirar de lejos la ciudad y parece que al mediodía sueña y se pone a hacer coronas de gloria con el humo proletario de sus fábricas de sal. La luz pone un manto de claridad sobre la viñeta de su sueño. El aire tiene un sabor de cerezas como aquellas que de niños cogíamos de los brazos dóciles de los árboles de la “Juratena”.   

La luz del alba desaparece los sueños, y un cielo de claridades venturas se asoma ya sobre la vida de Zipaquirá. Los ríos como la historia van al mar, y la sucesión de los años estaban acumulando los laureles para ponerlos en la frente de sus destinos.

El sol de agosto enlaza las banderas tricolores con las banderas blancas y abre las ventanas románticas y las ventanas proletarias porque la ciudad va a recibir el legado de Su Santidad que va a erigir una nueva Diócesis en Colombia, en la cabeza de un esclarecido y santo levita.

El tiempo y el cielo tienen los cabellos dorados como los trigales de los campos que se asoman desde el surco prolífico a ver pasar la procesión que viene de la historia como un río de canto y de bronce. La ciudad se arrodilla y alza sus manos de oración en los árboles y en los campanarios, en el corazón de sus obreros y de sus gentes de ayer y de hoy. Las voces niñas de las campanas del Colegio de La Presentación. La voz abuela de la Capilla de los Dolores, el acento nostálgico de lengua vegetal de los bronces del Asilo de Ancianos, la voz grave de la Catedral elevándose como sus compañeros sobre un paraíso de verdura, de yodo y de sal irán llevando, urbi et orbi, un nuevo mensaje de la paz de Dios, de la paz de la tierra y de la paz de Colombia.

Así sea.

Manuel José Cárdenas Rojas”.  


Texto publicado por la Academia de Historia de Cundinamarca
que compila parte de la obra poética de Manuel José Cárdenas Rojas. 

ZIPAQUIRÁ HISTÓRICA
  
CASTELLANA CIUDAD DE MIS AMORES,
QUE HILAS ENTRE LA RUECA DEL BELEÑO,
EL HUMO DE UN PRETÉRITO RISUEÑO
FORJADO POR EL INDIO EN TUS ALCORES.

CITA DE GLORIA CONVERTIDA EN FLORES,
DONDE FORJÓ LA LIBERTAD SU EMPEÑO,
QUE HIZO LA GLORIA Y SUMERGIÓ SU SUEÑO,
ENTRE EL TEMPLO DE SAL DE SUS DOLORES.

EL GRANADINO, EL GRAN ADELANTADO,
HIZO DE TUS ENTRAÑAS EL DORADO
Y EL ANDE INDIANO SE ACALLÓ EN TU PLAZA.

PORQUE EN NOBLE EVANGELIO PROCLAMASTE,
LA LIBERTAD DE AMÉRICA Y FORJASTE,
EL PAN MORENO Y DURO DE LA RAZA.


LA CAPILLA DE LOS DOLORES

(Publicada con el nombre LA CAPILLA ANTIGUA)
  
RELICARIO DE TIEMPOS COLONIALES,
Y DE PASADAS ÉPOCAS GLORIOSAS,
DÍCEME MÁS EL POLVO DE TUS LOSAS
QUE EL ORNAMENTO DE LAS CATEDRALES

SEMEJAS DE PRETÉRITAS EDADES,
EL SANTUARIO QUE GUARDA VIEJAS COSAS
DE ARMADURAS PESADAS Y MOHOSAS
DE ANTIGUOS CABALLEROS MEDIOVALES.

EL NICHO DE LA VIRGEN DOLOROSA
CON SUS MEJILLAS DE MARCHITA ROSA
YO HE MIRADO EN LAS NOCHES AZULADAS,

CON UN PUÑAL SU CORAZÓN DOLIENTE
UN RAYITO DE LUZ SOBRE SU FRENTE
Y DOS PERLAS DE AMOR CRISTALIZADAS


SOLEDAD DE MI PUEBLO

YO VENÍA AL ENCUENTRO DE MI PUEBLO
Y POR NINGUNA PARTE LO ENCONTRABA
ESTABA EN ÉL Y SIN EMBARGO HUÍA
SU PRESENCIA, SU SOMBRA ENAMORADA.

VEÍA SU SOL, MAS ÉSTE ALUMBRABA,
COMO EN LOS VERDES AÑOS DE LA INFANCIA,
VEÍA SU SOMBRA Y ESTA NO TENÍA,
LA SOMBRA QUE OTRAS SOMBRAS PROLONGARA.

SU AIRE NO ME TRAÍA EL GRAN SECRETO
DE LAS VOCES DE AYER EN LA DISTANCIA,
SUS CALLES NO TENÍAN EL POLVO AÑOSO,
CONVERTIDO EN CENIZA DE LA HISTORIA.

YA NO EXISTEN LOS CHORROS DE LA PILA,
Y LAS CAMPANAS ROTAS SUENAN TRISTE,
SE VOLARON DEL CIELO LAS PALOMAS,
QUE ANTES BAJABAN EN LAS VIEJAS TORRES,
A COMER SAL Y GRANOS EN LA PLAZA.

YA NO EXISTE LA POBRE VIEJECITA
QUE CONTABA DOS CUENTOS POR CENTAVO,
Y POR LAS VERDES TIERRAS ALEDAÑAS
YA NO ACAMPAN DE NUEVO LOS GITANOS.

SOLO EN LA SOLEDAD DE MI PUEBLO YACE
SOLO EN LA SOLEDAD DE MUCHA GENTE,
QUE ME MIRA AL AZAR CUAL FORASTERO,
Y ME OFRECE MARMAJA Y CARAMELO,

NO QUEDÓ NI UNA SOMBRA EN LAS VENTANAS,
NI UNA VOZ DE AMISTAD EN LAS ESQUINAS,
NI UNA COMETA TRAS LOS VERDES MONTES,
NI UN POETA CAZANDO GOLONDRINAS.


EL BOLIVAR DESNUDO DE PEREIRA
 (En el sesquicentenario de la muerte del Libertador)

ERES SIMÓN DE AMÉRICA, NO UN MITO,
DESNUDO ASÍ SOBRE UN ROCÍN CAMPANTE,
QUE RECOGE EL MISTERIO ALUCINANTE,
DEL INDIO, DE LA SELVA Y DE SU RITO.

EL CIELO PUSO SOLES DE INFINITO,
A TUS MORENOS HOMBROS DE GIGANTE,
Y  EL VIENTO ESTREMECIDO Y ULULANTE
TE IZÓ BANDERAS Y EXPANDIÓ TU GRITO.

EL HOMBRE DE LA GLEBA, ARDIENTE, RUDO,
TE MIRA SÍ, COMO SU SER, DESNUDO,
CON SU FIEBRE DE ANGUSTIA, CON SU HAMBRE,

Y TRAS DE SU AGRO, EN TONOS VEGETALES,
TE VE CRUZAR EN NUBES INMORTALES,
Y EN EL SILENCIO TE BENDICE: OH ¡ PADRE.

DOCTOR MANUEL JOSÉ CÁRDENAS ROJAS
ZIPAQUIREÑO INTEGRAL 

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